Que un joven piloto debute en el podio no es habitual. Que lo haga en Zandvoort, circuito exigente y exigido, es casi leyenda. Así fue el fin de semana para Isack Hadjar, quien en apenas su decimocuarto GP se convirtió en protagonista, firmando el tercer lugar más impresionante de su rookie year.

Surgir en la tormenta

Clasificó cuarto, resistió embates sin pestañear, y cuando todo parecía decidido, el abandono de Lando Norris le abrió las puertas del podio. Hadjar terminó tercero, tras Piastri y Verstappen victoria que fortaleció al australiano en la cima del Mundial.

Esta fue su primera visita al podio y también la primera de Racing Bulls en esta etapa, un momento histórico que marca un camino inédito.

Reacciones llenas de emoción

Hadjar describió su actuación como “unreal”, y compartió que casi lo primero que le vino a la mente fue “todas las luchas y el dolor… y estar ahí arriba tiene un valor inmenso”.

Pero no todo fue drama; en celebración se rompió el trofeo del tercer lugar, y con humor dijo que prefiere el roto: “quiero mi trofeo, el roto, el que forma parte de la historia”. 

Su jefe, Alan Permane, reveló que su rendimiento fue “pretty comfortable”. Esa calma y precisión hablan de madurez, no solo de reflejos.
Hadjar se convierte en el piloto francés más joven en lograr un podio, y apenas el quinto más joven de toda la historia. 

Este resultado reaviva rumores sobre su paso al equipo titular de Red Bull en 2026. Si el buque madre busca un as bajo la manga, podría estar encontrándolo en sus filas. 

Este podio no es solo medallas o puntos: es el espejo donde se refleja una nueva generación. Un piloto que supo dar la talla sin parecer aferrado al resultado. Una pieza que va más allá de la tabla de posiciones y da al Mundial un giro fresco.

Hadjar mostró que no está de paso: llegó para quedarse.