Por Tyleen Mc Donald
Innovación, Cultura y Tendencias
No fue un Gran Premio. No hubo puntos en juego. Pero para Isack Hadjar, lo que pasó este sábado fue algo igual o más importante: por primera vez en su carrera, manejó un Fórmula 1 en casa, frente a su gente, y lo hizo con estilo.
El piloto de Visa Cash App Racing Bulls (VCARB) se subió al RB7 de 2011, adaptado con la decoración actual del equipo, y giró en el Circuito de Nevers Magny-Cours, un trazado con historia que sigue siendo especial para muchos en Francia. El motor V8 hizo el resto. El sonido, los derrapes, los donuts en la curva Adelaide… todo eso fue parte de una tarde que mezcló nostalgia, ruido, velocidad y conexión real con el público.
El evento Red Bull Motormania reunió en un mismo lugar a la Fórmula 1, MotoGP, drifting, stunt y motocross freestyle. Pero Hadjar no fue solo uno más en el cartel: fue el protagonista. Francia no tiene muchos pilotos en la F1 actual, y mucho menos uno que pueda mirar al futuro con tanto margen como él.
“Fue increíble. Manejar un F1 en Francia, por primera vez, con este ambiente… es algo que voy a recordar siempre”, dijo Hadjar tras bajarse del auto.
Cara a cara con sus ídolos
Pero no todo fue desfile. Red Bull lo enfrentó en dos duelos tan curiosos como emocionantes:
- Un mano a mano contra Sébastien Loeb, que piloteó su Peugeot 208 T16 Pikes Peak.
- Y una carrera contra el KTM RC16 de Dani Pedrosa, leyenda de MotoGP.
¿Quién ganó? Eso fue lo de menos. Lo que quedó claro es que Hadjar ya está en esa conversación. No es más “la joven promesa francesa”. Es un piloto de F1 consolidado que puede competir, hablar y compartir escenario con los grandes del motorsport.
El valor simbólico: de Tokyo a casa
A inicios de año, Hadjar había manejado el RB7 en un showrun en Tokio. Pero hacerlo en Magny-Cours cambió todo. Aquí hubo familia, amigos, banderas con su nombre y una tribuna que lo acompañó con otra energía.
Encima del escenario, junto al ex F1 Sébastien Buemi, presentó su primer trofeo de Fórmula 1, ganado en el GP de Países Bajos. Y lo hizo sin sobreactuar, con el tono de quien sabe que está recién comenzando, pero entiende el peso del momento.
En tiempos de eventos hiperproducidos, Hadjar y Red Bull lograron algo raro: una experiencia que no se sintió prefabricada. Fue cercana, potente y precisa. Una mezcla justa entre show y legitimidad deportiva.
Hadjar no está salvando a Francia en la F1. Pero le está devolviendo algo que hacía rato no tenía: un piloto con nivel, con carisma, y con los pies en la tierra. Y eso, cuando pasa en casa, vale el doble.
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